sábado, 8 de septiembre de 2012

Esos "Baby Célebres" ya me parecían sospechosos - El Observador

Por Serrana Díaz @diserrana. Mucho más que al mismísimo parto, a la episiotomía o hasta la llegada de trillizos.  Mi mayor temor, una vez que me enteré que estaba embarazada, era que mi casa cayera bajo la dictadura de los canales de televisión para niños.

La sola idea de que el sonido predominante pasara a ser el producido por una pandilla de animalitos parlanchines con voz de chifle me crispaba los nervios.

Con cinco sobrinos sabía bien lo insoportables que podían ser los amiguitos multicolores que divagan en el jardín, el dinosaurio violeta con capacidades diferentes o la ratona con nombre de trapo de fregar.

Por eso, al momento de tener el test de embarazo en la mano, me alegré por lo que hasta entonces había sido un padecimiento: ¡No tenía cable!. Si bien mi zapping tenía solo cuatro canales, no corría peligro de estancarse en alguna señal con amiguitos capaces de perforar los tímpanos con sus agudos.

Sin embargo, había un peligro mucho peor que el monopolio de los canales infantiles del que ni siquiera me había percatado:  el efecto hipnótico y contagioso que producen los videos Baby Célebres en muchos papás. En los últimos meses  no pararon de recomendarme:  "Tenés que ponérselos a Leandro, son bárbaros", "A fulanito le re sirvieron, estimularon su desarrollo y hasta lo hicieron más atento”.

Yo no tenía otra que sonreírles con cara de poker o confesar (a quienes tenía más confianza) que esos videitos me parecían detestables. Pero no tenía ningún argumento sólido contra ellos.

Simplemente, no creía que por escuchar a Mozart en versión de supermercado y con unos muñecos de colores marca X, mi hijo pudiera aumentar su inteligencia. Prefería escuchar Mozart en versión pura y sin ninguna promesa.

Al menos tendría la certeza de que la íbamos a pasar mucho mejor. Claro que cada  vez que abría la boca para mostrar mi resistencia a los videitos me miraban como si estuviera loca.

Por suerte, la semana pasada, encontré algunos argumentos más sólidos, que me pueden servir para excusarme de no ponérselos a mi bebé, sin quedar como una desquiciada.

Resulta que hace tres años, en Estados Unidos, los abogados asesores de  Campaña para una Infancia sin anuncios, amenazaron a Walt Disney (que adquirió los derechos de las Babys Célebres) con presentar una demanda colectiva por prácticas engañosas a menos que la empresa aceptara rembolsar el monto gastado a todos los que hubieran comprado los videos desde 2004.  Y la empresa decidió acceder a los reembolsos.

El problema fue que Walt Disney - Baby Einstein comercializó estos videos afirmando  que sus videos eran  beneficiosos para el desarrollo de la primera infancia y de esta manera contradijo las recomendaciones de la Asociación de Pediatría de Estados Unidos, que desaconseja la exposición a la televisión a los niños menores de dos años.

A su vez,  una investigación realizada por especialistas del Instituto de Investigación Infantil de Seattle e investigadores de la Universidad de Washington, concluía que la televisión afecta al desarrollo lingüístico infantil.

Desde ahora cada vez que alguien me insista con estos videos, les voy a zampar estos estudios. Todo sea porque mi casa esté libre de música de supermercado que estoy segura afecta mi sistema nervioso central y el de mi pequeño. 

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